Esta mañana estaba pensando en lo importante que es la escucha activa en el proceso de comunicación, considero que todos estamos seguros de su importancia, pero muy pocos lo llevamos a la práctica y es que, en realidad, resulta mucho más complicado de lo parece.
Resulta complicado porque la mayoría de ocasiones estamos esperando a poder entrar con nuestra conversación y ser los protagonistas de la tertulia, no estamos escuchando, sino acechando, esperando la oportunidad. En otras ocasiones, mientras escuchamos, ponemos el piloto automático y comenzamos a preparar nuestra respuesta a algo que intuimos, y que ni siquiera sabemos que será. En la sociedad de las prisas, poco importa que el otro acabe su discurso sino que se trata de darle solución al problema que nosotros entendemos que tiene. No importa que no tenga ese problema, no importa si solo quiere ser escuchado, lo único que importa es que fuiste un visionario y le diste la solución que necesitaba, ya no hace falta que reflexione, le hemos ahorrado tiempo, le hemos ahorrado la experiencia, ya no tiene que probar, ya no tiene que usar el método ensayo-error, ya sabe lo que hay que hacer, son creencias que le inculcamos y que, en ocasiones, la otra parte las asume como propias cuando no es ningún dogma y somos conscientes de que hay muchos más caminos para llegar al mismo lugar.
A veces, escuchar es ir más allá de las palabras, más allá de lo superficial, es interpretar los sentimientos y el lenguaje no verbal, pero sólo interpretar, sin juzgar, sin validar, sin prejuicios. He comprobado que, a veces, el silencio, acompañado de una mirada de complicidad es mucho más efectivo que las palabras. Si preguntas, de forma que la contraparte no se sienta interrogado, sino que se sienta comprendido, que sienta que estás interesado en lo que te cuenta, que le sirva de reflexión, le haces sentir el protagonista de la historia, le sube la autoestima y se siente más confiado y capaz de tomar la decisión correcta, su decisión.
En todo caso, debemos evitar los perturbadores de la escucha activa, como juzgar, mirar con ojos inquisidores, cortar continuamente y no dejar que la otra parte se exprese, el hermetismo, la actitud cerrada, el enfoque único, el lenguaje corporal cerrado, o la escucha automática, sin saber que hay detrás de las palabras.
Soy una apasionada de las palabras y de la escucha activa, porque pienso que favorece a las dos partes, tanto a la que habla como a la que escucha. El que habla se siente escuchado y automáticamente sube su autoestima, el que escucha, abre su perspectiva, cuestiona las ideas que en un principio tenía y le hace tener una enfoque más amplio y una multidisciplinaridad que le ayuda a crecer en su día a día. Sus conocimientos se amplían, es capaz de colocarse en su zona de aprendizaje, cuestiona sus creencias y es capaz de llegar a un acercamiento con cualquier persona porque su actitud le abre las puertas de una nueva misión.
Practiquemos la escucha activa, es una habilidad que se ha de desarrollar en el día a día y que cuesta mucho trabajo de integrar, pero, os aseguro que trae muchas recompensas. Confieso que otra palabra que me encanta es transcendental, junto a transformación y entrañable. Son mis preferidas y por eso, las puedo aplicar a cualquier cosa sobre la que escriba.
Practiquemos la escucha activa, es una habilidad que se ha de desarrollar en el día a día y que cuesta mucho trabajo de integrar, pero, os aseguro que trae muchas recompensas. Confieso que otra palabra que me encanta es transcendental, junto a transformación y entrañable. Son mis preferidas y por eso, las puedo aplicar a cualquier cosa sobre la que escriba.
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