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| Cuento colectivo |
Recuerdo que cuando era niña mi familia siempre me decía que lo importante en la vida es pertenecer a la masa, no sobresalir, no llamar la atención, y me insistían "si lo haces así, nunca tendrás problemas". Tal era mi creencia que yo siempre quería ser invisible. Cuando me preguntaban qué quieres ser de mayor, siempre contestaba "invisible, quiero ser invisible". Si, lo confieso, este era mi mayor deseo.
Esta respuesta no fue la misma durante todos los periodos de mi vida, después la fui modificando y, años después, quería ser ama de casa, me gustaba mantener la casa ordenada, cada cosa en su sitio y ganar tiempo para los demás. Me motivaba pensar que cuando los demás llegaran a casa no tenían que ocupar su tiempo en ordenar la casa porque alguien, un ser invisible, lo había hecho ya. En el fondo subyacía la misma idea, quería ser invisible, quería hacer aquellas cosas que no se ven pero que mejoran mucho la calidad de vida de los demás, esas cosas que solo notas que se hacen cuando dejan de hacerse.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que lo importante hoy en día es especializarse, ser técnico en algún tema y compartirlo con los demás. Atreverse a sobresalir, imaginar, innovar, arriesgarse y experimentar sin miedo al fracaso. Si no te atreves a hacerte visible jamás lograrás tus objetivos. Actualmente, las tecnologías hacen que estemos sometidos a un exceso de información. Nos llegan millones de datos cada segundo pero nuestro cerebro está preparado para quedarse sólo con aquellos que nos interesan, si no tenemos un objetivo, si no estamos enfocados, la información pasa por nuestra cara y no nos damos cuenta de ella porque nuestro cerebro, en su deseo de ahorrar energía y espacio hace que no estemos atentos y si no somos conscientes, se nos escapa el tren.
Ya no quiero ser invisible, mi mente consciente quiere ser escritora y compartir las cosas que me parecen importantes o que puedan despertar la curiosidad de alguien y, que, por lo tanto, le ayuden a encontrar su pasión. Quiero colaborar para encontrar esa actividad que nos hace fluir y olvidarnos de todas las circunstancias externas de nuestro entorno. Una vez encuentras tu pasión, tu propósito de vida todo es más fácil porque solo se trata de seguir el camino, disfrutar de él, recoger sus frutos y pasar a la acción, como dice Albert Espinosa hay que pasar de la ley de la atracción al empoderamiento de la acción. Una cosa hay clara: sin acción no hay camino.
Vuelve a renacer, suelta aquello que no te deja avanzar y encuentra tu objetivo. Si, sorprendentemente, tenemos la posibilidad de renacer. Somos responsables de todo aquello que nos sucede, no eches la culpa a circunstancias externas, las cosas llegan a tu vida por alguna decisión que en algún momento tomaste, si no te gusta, estás a tiempo de cambiar. ¿Te atreves?
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