El viernes disfruté mucho paseando por la ruta de la seda en Valencia. Me gustaría compartirlo con vosotros y empezaré por contaros un cuento popular que nos narra el descubrimiento la seda en China.
Erase una vez una princesa muy curiosa que todos los días tomaba el té en su jardín debajo de unas majestuosas y enormes moreras que le servían de sombra. La princesa Lu Shi estaba un día disfrutando del habitual ritual del té cuando un elemento extraño cayó de la morera y se mojó en su té, extremadamente caliente. La princesa fue a sacarlo y, en este mismo instante se dio cuenta de que, aquella cosa tan extraña, era una capullo de gusano de seda y que al estar en contacto con el líquido caliente se transformaba en un hilo largo, inmensamente resistente y muy flexible. Cómo os he dicho antes la chica tenía la gran virtud de la curiosidad, así que, automáticamente, empezó a pensar en qué negocio podía emprender para sacar beneficio de su magnífico descubrimiento. Así, en China, empezó a gestarse o que sería el majestuoso negocio de la seda. Este descubrimiento fue guardado como secreto de estado y surgió la amenaza de que aquel que explicara de donde salía aquel hilo tan preciado sería ejecutado. Finalmente, cuenta la leyenda que unos monjes fueron capaces de salir del país con semilla de morera y algunos huevos de gusano de seda y lo vendieron a occidente.
Fuera como fuera, el negocio llegó a Génova y a Valencia. Mi héroe, Marco Polo, hijo de un comerciante Genovés, hizo la ruta de la seda en varias ocasiones, era una ruta de más de 12.000 kilómetros. Gracias a este negocio, empezó a llegar nueva población en busca de trabajo,y así poco a poco, fue creciendo el barrio de Velluters, un barrio a extramuros de la ciudad que albergaba todo el negocio incipiente de la seda. En esta época, más de 25.000 familias vivían directa o indirectamente de él.
Puesto que el negocio crecía, en 1479 se crea el gremio de Velluters, era un gremio con unas normas muy estrictas en cuanto a normativa y del que no podían formar parte las mujeres. Cuentan que cuando la mujer se quedaba viuda, tenían que conseguir un capataz agremiado que siguiera con el negocio hasta que el hijo mayor cumpliera la edad para poder continuar con el negocio. Los estatutos del gremio establecían que las telas debían pasar por un proceso de calidad, todo comerciante tenía que llevar un trozo de tela al gremio, y si este, consideraba que no tenía la calidad adecuada se quemaba en la plaza de forma pública para que el resto de sederos los vieran y les sirviera de escarmiento.
En las casas solariegas también se tejía para los propios habitantes de la casa, el paisaje de Valencia se transformó, todo el cereal fue sustituido por grandes moreras que servían de alimento a los gusanos y en casas, a las afueras de la ciudad tenían nidos de gusanos que cuidaban de forma especial para vender su hilo, asímismo habían familias que trabajaban en los tintes naturales y, en los primeros momentos, para elaborar la tela se necesitaban 5 o 6 operarios para espolinar.
Como os he contado muchas veces, todo lo que empieza acaba, así es, aunque da pena, nada es eterno. Esto ya me lo cantaba mi amigo revolver, hace tiempo y así las cosas, llegó el final, en el año 1790 empezó el ocaso debido a la moda francesa de cambiar de vestido muchas veces al día, era la época del despotismo ilustrado. Si no se bajaba la calidad de las telas era imposible bajar los precios y con los precios actuales las mujeres no podían adquirir varios vestidos para estar a la moda. Como siempre hubieron detractores de las dos posturas pero al final, ganó la apuesta por seguir manteniendo la calidad, y por ello, muchos de los telares artesanos tuvieron que cerrar sus negocios. Llegó una enfermedad para los gusanos, la revolución industrial, los telares industriales que abarataban los precios y hacían falta menos operarios.
Por no hacer este post muy largo, dejo para otro hablaros de la puerta de los pecados de la lonja de la seda y del motivo de que San Jerónimo sea el patrón del gremio de los velluters y del león, su insignia. También os hablaré de los suelos tan espectaculares que hay en el Colegio del Arte Mayor y la Seda, antiguamente llamada "Casa de l'hort" y del palacio de los Tamarit que llegó a albergar un telar con más de 300 operarios y que, actualmente, es un edificio protegido por la UNESCO.
Aprovecho para contaros que, como lo que pasa conviene, justo cuando estábamos en la puerta de la lonja empezaron repicar las campanas del Micalet y me dio muy buena energía, conocí a alguien que quizás haga que en el próximo repiqué esté allí, bien cerca, aprendiendo de su lenguaje.
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