Hoy quería contaros una historia interesante, en realidad es parte de una investigación que en los años 80 desarrolló Elizabeth Newton, en la escuela de psicología de la Universidad de Birminghan y que es aplicable a muchas otras situaciones. El experimento consistió en lo siguiente:
Un músico experto tocaba con percusión una canción muy conocida, como por ejemplo, Jingle Bells, delante de un auditorio con más de 100 personas. El músico solo tocaba la percusión, sin acompañamiento, ni ninguna otra clase de ayuda o pista para los participantes.
Una vez hubo terminado su actuación, Elizabeth le preguntó al músico que cuánta gente del auditorio creía él que adivinaría la canción había estado tocando y el músico contestó que, puesto que la canción era un tema clásico y muy conocida, un 50'% del auditorio conocía que canción había interpretado.
Después le preguntaron al auditorio qué cuántos de ellos sabían que canción era la que el músico interpretaba y aquí viene lo interesante, solo un 3% de los participantes dijeron conocerla y de ellos sólo un 2,5% estaban en lo cierto.
El experimento es muy curioso porque demostró que el músico que está tocando la percusión, vive lo que está tocando y mientras interpreta la canción, en su interior, está oyendo y sintiendo todas y cada una de sus notas, le resuenan muy adentro todos los acordes de la canción y lo siente de una manera muy obvia, tanto que, está seguro de que todos los que le han escuchado conocen la canción que toca.
Desde la otra perspectiva, desde el punto de vista de la gente que estaba en el auditorio, sólo los músicos experimentados son capaz de aislar sonidos de una canción y después recomponer el puzzle. Para las personas que no son músicos, a no ser que sean muy habilidosos o tengan un buen oído musical, les resulta imposible determinar una canción solo por la percusión ya que no tienen en su cabeza el resto de acordes, no escuchan música sino solo sonidos aislados que no son capaces de unir.
Este mismo experimento se puede aplicar a la comunicación, yo lo interpreto así, a veces hablamos con personas partiendo de que ellos saben de que punto partimos, de que estamos hablando. Pensamos que tienen las mismas experiencias que nosotros y que van a interpretar los hechos de la misma forma que nosotros vemos tan obvia. Omitimos información porque es muy obvia y la persona con la que nos comunicamos se encuentra pérdida, no sabe muy bien lo que queremos decir e interpreta a su manera para poder seguirnos. Al mismo tiempo, nosotros no sentimos incómodos porque lo vemos tan obvio que pensamos que es un hecho que se explica por si solo y que no necesita de más explicación por nuestra parte. ¿No os ha pasado nunca?
Me gusta esta historia porque habla de perspectivas y de concreción, para tener una comunicación óptima hay que tener claro que es lo que queremos comunicar y empezar desde el principio sin dar por supuesto que la otra persona ya sabe de que hablamos porque si no surgen controversias y asuntos incómodos que después nos toca resolver. De nuevo surge el tema del foco y la concreción, ya sabéis que para mí es un tema clave.
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