Si, así es, cada vez la vida pasa más rápido, queremos hacer muchas cosas a la vez y no disponemos de tiempo para saborear cada uno de nuestros momentos y logros. Nos cuesta hacer una sola cosa y terminarla antes de empezar otra. Ir cerrando ventanas es algo que nos preocupa, que nos proponemos pero que no podemos ejecutar, así las cosas, estamos trabajando en el ordenador y tenemos todas las ventanas posibles abiertas hasta que no sabes que estabas haciendo y empiezas a cerrar todas aquellas que no necesitas. La organización es muy importante para ser efectivo, y no solo en el trabajo, sino para desarrollar cualquier proyecto de vida. El orden es esencial.
En general, tenemos la necesidad de entender el mundo que nos rodea, percibiendo un cierto control sobre el mismo. Nos gusta prever las cosas con tiempo y la incertidumbre de lo que nos sucederá nos genera ansiedad. El tiempo pasa de un modo vertiginoso y a causa de ello sentimos que no tenemos el control sobre lo que nos sucede, que no podemos influir en las situaciones externas, que no podemos conseguir aquello que nos habíamos propuesto.
Un cierto control sobre lo que nos sucede es bueno y suele estar asociado con las conductas de logro como la elección de metas más difíciles, expectativas de resultados más elevadas y una mayor persistencia en las tareas complicadas. De esta forma, sabemos que tener un cierto control es bueno pero cuando el control se vuelve obsesivo reduce nuestros niveles de felicidad y generan ira, ansiedad y frustración. ¿Cuál es el nivel óptimo de control? Llega un punto en que la curva desciende y un control mayor causa molestias.
Las investigadoras Ellen Langer y Judith Rodin hicieron un estudio en una residencia de ancianos. Para este estudio cogieron dos grupos de ancianos. La diferencia entre los dos grupos fue que al primer grupo le daban la opción de elegir. Elegían el menú, las películas querían ver cada noche, además, tenían la posibilidad de elección de los juegos que se llevarían a cabo, podían elegir que tipo de planta querían tener en su habitación e incluso cuidarla. Al segundo grupo, no le permitieron ninguna elección. Les daba el menú que la cuidadora había elegido previamente, tenían una planta en su habitación, dicha planta había sido puesto allí, sin previa consulta y no la cuidaban ellos. la programación de cine estaba prediseñada y ellos sólo era informados de la película que querían ver. Después de un cierto tiempo bajo estás rutinas, las investigadoras observaron que la posibilidad de elección y la plena conciencia no sólo mejoraba la salud física y psicológica de los ancianos sino que además alargaba la vida.
En definitiva, y como desarrollaré en otro post, tener control sobre lo que nos sucede y planificar todas nuestras acciones puede ser bueno pero, si el control aumenta, y es excesivo lo único que sucede es que nos preocupamos, nos irritamos ante cualquier situación que se aleje de nuestras previsiones, tenemos tendencia al catastrofismo, poca tolerancia a la frustración y una excesiva autocrítica que nos impide avanzar.